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El testimonio de la historia sagrada

La Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia, con secuencias del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este fratricidio: « ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano»   (Gn 4, 10-11).

La alianza de Dios y de la humanidad está tejida de llamamientos a reconocer la vida humana como don divino y de la existencia de una violencia fratricida en el corazón del hombre:

y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre... Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida,  porque a imagen de Dios hizo él al hombre (Gn 9, 5-6).

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