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La Providencia Divina

Este gobierno paternal de todas las cosas es lo que llamamos la Providencia divina. Sabemos que esta Providencia es permanente en el mundo y en la vida de cada uno de nosotros, porque no confesamos que Dios «fue» Creador un día, hace miles de millones de años, sino que Dios es Creador, como Padre, del cielo y de la tierra; es decir, de todas las cosas. Bien explicó Santo Tomás de Aquino que la creación no es cuestión de tiempo, sino que significa la limitación de todas las cosas, que a cada instante dependen del amor creador del Padre. Es lo que nos ha revelado su Palabra, para explicarnos el motivo de su misericordia: -Porque amas todo cuanto existe y no desprecias nada de lo que hiciste; si odiaras alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo existiría algo si tú no lo quisieras? ¿Cómo permanecería si tú no lo crearas? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor que amas la vida» (Sap 11, 24-26). Nosotros no tenemos una visión de todas las cosas, y menos del futuro; por eso se nos hace difícil comprender que «todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él ha llamado según sus planes" (Rom 8, 28).

 Jesús, la Imagen del Padre por quien todas las cosas fueron hechas y que por ser el Hijo del Padre conoce todas sus obras, ha llevado hasta su cima la revelación de la Providencia de un Dios que es Padre. En el Sermón de la Montaña nos enseñó esta verdad: «Fíjense en las aves del cielo; ni siembran ni cosechan ni guardan en graneros, y sin embargo el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?- (Mt 6, 25.34; Lc 12, 22.34).

Él ha experimentado desde toda la eternidad ese amor, pues desde siempre vive «en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer» (Jn 1. 18) una vez que se ha hecho carne por nosotros. Por eso no podía guardar este secreto del Padre para sí mismo, sino que con frecuencia nos lo comunicó durante su vida pública: «¿No se vende un par de pájaros por muy poco dinero?  Y sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita el Padre ... No teman, pues ustedes valen más que todos los pájaros» (Mt 10,29-31).

Nuestra fe en la Providencia de Dios no es otra cosa, pues, sino reconocer que Dios es siempre Creador, que en cada instante está llevando en su desarrollo esta creación que Él mismo inició, con su poder y su sabiduría infinitos al servicio de su amor de Padre. Podríamos describir esto de la siguiente manera: «Llamamos divina Providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia la perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó».

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